El baño

22.09.2024

El Infame Baño de Sorpresa: Crónica de una Traición

Ah, los humanos… esos seres tan maravillosos que me rescataron de las calles, me dieron un hogar cálido, comida a la carta y... ¿cómo me lo pagan? ¡Con un baño! ¡Un BAÑO! Así es, queridos lectores, después de todo lo que he hecho por ellos, me despiertan de una siesta celestial solo para arrastrarme a una tortura de agua, jabón y aire caliente.

Permítanme recordarles que no soy un simple gato. Soy Twurky, el imponente felino blanco con unos ojos azules que podrían derretir glaciares, y orejas amarillas, levemente tostadas, que son mi sello personal. Y con todo mi glorioso porte y elegancia, ¿cómo se atreven a someterme a tal humillación? ¡Lavando, ni más ni menos, toda la mugre que me ha costado semanas juntar con precisión estratégica!

Ahora, retrocedamos un poco para que entiendan la magnitud de la traición. Imaginen esto: ahí estaba yo, Twurky, el rey indiscutido de la casa, soñando con ratones de queso y volando entre nubes de croquetas. Pero de repente, siento manos humanas levantándome con la delicadeza de un trabajador de mudanzas. Y, antes de que pudiera oponerme, me vi en esa maldita bañera... Sí, ese sitio que aniquila sueños y, en este caso, mi dignidad felina.

Para colmo, decidieron que el agua debía estar calientita. ¡Qué atentos! Como si eso ayudara a suavizar el golpe. Claro, a los humanos les encanta el agua caliente, pero a mí, Twurky, el gran felino blanco, me ofende profundamente. Luego, vino el shampoo, que no era cualquier shampoo. No, no. Era perfumado. ¡Porque obviamente mi aroma natural no era suficiente! Espuma desde las orejas hasta la cola, quedé convertido en una burbuja gigante y brillante, como si fuera un felino de concurso, cuando todos saben que la verdadera nobleza felina radica en la mugre bien distribuida.

Pero el acto final de esta tragedia fue el secador. ¡Oh, el secador! Una máquina que hace tanto ruido que casipreferiría los truenos, y lanza un aire tan fuerte que por un momento pensé que mi glorioso pelaje blanco se desprendería de mi cuerpo. Y, por supuesto, trataron de justificarlo con frases como: "¡Mira qué guapo quedaste, Twurky!". ¡Como si eso compensara el desastre!

Finalmente, me dejaron reposando en el sofá, como si con eso pudieran borrar el recuerdo de mi humillación. "Descansa, Twurky", me decían. ¡Descansar! ¿En serio? Después de esta operación quirúrgica de limpieza a fondo, lo último que quiero es dormir. Se llevaron con el agua todo mi preciado esfuerzo de semanas. Toda esa suciedad perfectamente adquirida, ¡desaparecida!

Y, queridos lectores, que esto quede claro: Twurky, el gato blanco con ojos azules y orejas amarillas levemente tostadas, nunca olvida. Así que, si en algún momento rasco su sofá favorito o dejo "sorpresas" en los lugares más insospechados, recuerden este fatídico día. Recuerden el día en que decidieron bañar a su rey.

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