Racismo entre los gatos

02.09.2024

Artículo: "Racismo entre los Gatos: Una Realidad Inquietante"

Por Twurky, el Gato Blanco de Ojos Azules

Cuando los humanos hablan de racismo, lo hacen con una mezcla de indignación y frustración. Y aunque se considera un problema exclusivamente humano, me pregunto: ¿Podría el racismo también existir entre los gatos?

A simple vista, podría parecer que no. Después de todo, los gatos no hablamos de razas, colores o culturas. Sin embargo, como felino observador, he notado que entre nosotros también existen preferencias y prejuicios que, aunque no son tan estructurados como los de los humanos, podrían interpretarse como una forma rudimentaria de racismo.

En mi vecindario, he visto cómo algunos gatos rehúyen a los de pelaje oscuro o negro, mientras que otros se sienten más cómodos rodeados de gatos de pelaje similar al suyo. A mí, con mi pelaje blanco y ojos azules, me han tratado a veces con un respeto exagerado, como si mi apariencia me otorgara un estatus especial. ¿Por qué? ¿Es solo una cuestión de afinidad visual o hay algo más profundo en juego?

No me malinterpreten, no estoy diciendo que los gatos tengamos la capacidad de ser "racistas" en el sentido humano de la palabra. Pero no podemos ignorar que, como seres vivos, también somos susceptibles a la discriminación, aunque sea en su forma más básica. Preferimos lo familiar, lo que se parece a nosotros, y desconfiamos de lo diferente. Es un instinto de supervivencia que, si se amplifica, podría parecerse mucho a las divisiones que los humanos han creado a lo largo de la historia.

Sin embargo, algo cambió para mí hace un tiempo. Un día, conocí a un gato negro llamado Sombra. Al principio, lo observaba con cierta distancia, pero a medida que pasaba el tiempo, me di cuenta de que compartíamos más en común de lo que había imaginado. Nos gustaban los mismos lugares soleados, las mismas aventuras nocturnas, y sobre todo, ambos teníamos un espíritu independiente y curioso.

Poco a poco, Sombra y yo nos hicimos amigos, y me di cuenta de lo absurdo que era haber dejado que su color de pelaje influenciara mi percepción de él. Sombra no era diferente por su color; era único por su carácter y su compañía se volvió invaluable para mí.

Entonces, ¿qué aprendí de esto? Que tanto los gatos como los humanos deberíamos esforzarnos por mirar más allá de las apariencias y aprender a valorar a los demás por lo que son, no por cómo se ven. Al final del día, todos somos criaturas que comparten el mismo mundo, y nuestras diferencias, ya sean de pelaje o de cultura, no deberían separarnos, sino unirnos. Mi amistad con Sombra es prueba de que, cuando dejamos de lado nuestros prejuicios, podemos encontrar conexiones verdaderas y profundas.

Artigas Uruguay
Todos los derechos reservados 2024
Creado con Webnode Cookies
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar